Pies descalzos

huellas

En Abre tu caja, escribía acerca de la importancia de examinar cuales son las herramientas con las que contamos (conocimientos y habilidades) tanto para el desarrollo de nuestra actividad profesional actual como para la consecución de nuestras metas futuras.

Igual importancia tiene conocer las características personales que nos definen y nos distinguen del resto. En esta ocasión, me centraré en este segundo tipo de herramientas, y más específicamente, en el concepto de marca personal.

Desde siempre existen quiénes dejan una estela a su paso. Inspiran confianza, generan sentimientos positivos de avance, de impulso y poseen determinados rasgos que nos atraen. Antes, esa impronta era algo no estudiado que algunas personas dejaban de modo natural, sin pretenderlo. Ahora es todo más artificioso y menos espontáneo. Nos vemos en la necesidad de establecer y dar a conocer nuestra marca para poder competir con el resto.

Así, la marca personal es, según definición de Andrés Pérez Ortega, “identificar y comunicar las características que nos hacen sobresalir, ser relevantes, diferentes y visibles en un entorno homogéneo, competitivo y cambiante.

El punto en común con otras definiciones es la necesidad de “generar una propuesta de valor, de ser relevante, notorio y diferente de los demás”. Pero ¿Nos diferenciamos realmente?

Todos nos vestimos y calzamos según la ocasión,  según las normas más o menos formales de protocolo al respecto, y adaptamos nuestro comportamiento según la situación. Hasta aquí normal. Lo malo es que, demasiadas veces, moldeamos en exceso nuestra forma de ser y actuamos según creemos que se espera de nosotros en un determinado contexto. Hacemos o dejamos de hacer lo mismo que todos, vestimos igual, opinamos igual, etc. No nos diferenciamos (uno de los requisitos principales de una buena marca) y la percepción que dejamos en los demás es la del yo que decidimos ser ese día, es decir, la de un “yo copiado”. Somos como una Marca blanca, que cumple su función pero carece de valor añadido.

La marca personal, por el contrario, es dejar nuestro rastro real en cada cosa que hacemos. Por ejemplo, cuando paseas por la playa tú solo, descalzo, pensando libremente mientras caminas, eres un tú sin artificios, diferente del resto, únicamente igual a ti y dejas una huella en la arena que sólo tu pisada puede dejar. Ese es tu “yo auténtico” y es el que debes ser y mostrar en todos los escenarios de tu vida (Eso sí, preocupate por mostrar tu mejor versión de ti).

Personal Branding es también, según indica Andrés Pérez en otra de sus definiciones, “la gestión adecuada y consciente de las percepciones, recuerdos y expectativas que queremos generar en los demás”. Este significado me gusta más ya que indica la posibilidad de decidir qué percepción o recuerdo quieres producir. De hecho, se puede no tener ninguna necesidad de querer sobresalir o ser relevante (características que resalta la primera acepción expuesta). Grandes personajes de la historia dejaron huella sin ninguna intención consciente de hacerlo. Muchas personas son auténticas y generan una propuesta de valor pero no buscan la notoriedad.

Por tanto, para cada uno de nosotros, la marca es diferente porque se trata, precisamente, de gestionar nuestra autenticidad. Generar nuestra marca es el primer paso, y el de mayor dificultad, e que implica saber quienes somos, cómo somos y hacia dónde nos dirigimos.

En segundo lugar, en mi opinión, sólo si queremos o lo necesitamos para la consecución de nuestras metas, llegará el momento de “exponer” o “vender” nuestra marca. Quizá prefiramos que la gente nos descubra en cada cosa que hacemos o en cada una de nuestras palabras y gestos en la vida, sin lanzar una campaña de marketing personal. Como en todo, depende de cuál sea nuestro objetivo.

A modo de conclusión, el principal problema radica en que de tanto ponernos en los zapatos de otros, no sabemos caminar por la vida descalzos ni sabemos qué huella dejaríamos si lo hiciéramos.

Si echamos a andar siendo simplemente nosotros, y miramos atrás al dar unos pasos, puede que descubramos que nuestra pisada autentica es más fuerte de lo que pensamos y se queda bien marcada en nuestra ruta.

Prueba a ser tú mismo y ya me contarás que tal te va. Lo mismo hasta te sorprendes del tiempo que has perdido jugando a ser otro

Abre tu caja

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Cualquier persona debe examinarse periódicamente e identificar los conocimientos y habilidades de los que dispone y de los que no, relacionando toda la información que obtenga de este análisis con su proyecto personal de futuro.

En el ambiente extremadamente competitivo que existe en la actualidad, es cada vez mas necesario que las personas desempleadas revisen su trayectoria formativa y laboral y se planteen los pasos clave que mejorarán su empleabilidad. Y es conveniente, dados los cambios cada vez más rápidos que se producen en el entorno, que los profesionales en activo también efectúen este pormenorizado estudio de sí mismos y adquieran las nuevas herramientas necesarias para afrontar estos cambios con éxito.

Debemos identificar, por un lado, nuestra preparación, la formación con la que contamos para la realización de nuestra actividad diaria y para la consecución de nuestras metas futuras, y por otro, las características personales que nos distinguen, nos hacen destacar sobre los demás y nos hacen ser auténticos. En este post, vamos a centrarnos en el primer punto, en nuestra preparación.

Imagina, por un instante, que eres una caja de herramientas.

Si alguien abre la tapa de tu caja ¿Qué encuentra?

Existen diferentes tipos de recipientes o estuches donde puedes guardar tus herramientas, desde los más básicos a los más complejos y profesionales. Los hay con un solo espacio, donde guardas todo más o menos mezclado, o con compartimentos que permiten realizar clasificaciones y mantener un mayor orden.

En tu caja ¿Está todo revuelto y ni tu mismo sabes identificar tus mejores herramientas? Bueno, es algo frecuente. Sobre todo, cuando has estado en activo mucho tiempo y, de repente, tus circunstancias cambian. Sabes que las tienes pero eres incapaz de especificar cuales son ya que, aunque las has usado a diario, no lo has hecho de forma consciente. Puede que tampoco sepas enumerar aquellas de las que careces porque, hasta ahora, no las habías necesitado, o ni siquiera sabías de su existencia.

Te aconsejo entonces:

Abre tu caja.

Pon tus herramientas a la vista.

Busca una manera de clasificarlas y ponerlas en orden.

Responde a estas preguntas ¿Qué tengo? ¿Cual es la variedad que contiene mi caja? ¿Las utilizo todas o sólo una parte de ellas? ¿Alguna se ha quedado obsoleta? ¿Qué me falta?

–    Si tus conocimientos y habilidades son tus herramientas, para responder a estas preguntas, deberás considerar para qué las quieres, considerar tus metas.

–    Si la formación es el modo de adquirirlas, la pregunta imprescindible, antes de elegir entre el sinfín de propuestas que el mercado te ofrece, es si realmente obtendrás un retorno de  la inversión que realices al “comprarlas”.

Dedica el tiempo suficiente a seleccionar cual es la preparación más adecuada para ti en función de tus conocimientos actuales, tu experiencia previa y tus objetivos profesionales. No malgastes el tiempo ni el dinero en adquirir herramientas que se quedarán en el fondo de tu caja y que no llegarás a sacar nunca.

¿Sabrías describir ya, en este instante y sin pensar demasiado, cual es el contenido de tu caja? Es fundamental estar en continuo proceso de aprendizaje y adaptación y ser conscientes y poder argumentar, en cada momento, cual es tu contenido. Cualquier situación cotidiana, y no sólo en una entrevista, es una ocasión perfecta para hacernos visibles y exponer lo que ofrecemos. Pero recuerda,

Mantén completa y ordenada tu caja de herramientas para poder dejar la tapa siempre abierta.